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La revisión de los 90 momentos más notables de la historia de Colo Colo nos hace detener en uno de los mayores ídolos del Cacique… Aquel que dejó todo por el club, y se transformó en una leyenda.
Hablar de David Arellano es entrar en una de las leyendas albas que más traspasa generaciones, y cada vez que se acerca la fecha de su natalicio, y de su trágica muerte, siempre es bueno recordar a quien se transformó en una leyenda del fútbol chileno.
6.- Porque el recuerdo de David Arellano siempre lo guía por la senda triunfal
David Alfonso Arellano Moraga nació el 29 de julio de 1902, en Santiago. Desde pequeño había demostrado que el fútbol lo iba a guiar el resto de su vida. El patio de la Escuela superior Nº 10 de la capital, y del Instituto Comercial de Arica, vieron derrochar el incipiente talento de Arellano. Luego, en la Escuela Normal de Preceptores “José Abelardo Núñez», hasta donde llegó para cursar estudios de Educación Física.

Integró el primer equipo se su escuela, cuando estaba en tercer año, protagonizando duelos contra la Escuela Militar, el Seminario, el Internado Nacional o la Escuela de Artes.
Cuando cursaba cuarto año, el seleccionado chileno y también inspector de la Escuela, y sostenedor del Club Deportivo Magallanes, Enrique Abello, lo llama para que integre el equipo, con apenas 17 años de edad. En el club conquistó dos campeonatos de la Asociación de Santiago en forma consecutiva, en los años 1920 y 1921. Ese mismo año se ubica en su puesto definitivo, insider izquierdo -o nº 10-.
En 1924 integra la Selección Chilena que disputó el Sudamericano de Montevideo, donde ya jugaba su hermano Francisco, destacándose dentro del equipo. En aquella ocasión, Chile perdió los tres partidos, y quedó relegado al último puesto. El único gol, sí, el único gol que anotó esa selección fue de David. En 1926, la historia cambia totalmente: La Selección sale vice-campeona de América con Arellano como goleador.
Arellano era un tipo muy respetuoso y sencillo, más bien tímido, pero visionario: La experiencia que ganó en el Sudamericano lo hizo entender que el fútbol chileno estaba a años luz de potencias como Argentina o Uruguay, y que eran necesarios algunos cambios. Por eso, no tuvo problemas para ponerse al frente de los reclamos de los jugadores de Magallanes, y con ideas claras, demandar a la dirigencia varias medidas, como por ejemplo que los jugadores quedaran exentos de pagar la cuota social del club, mejoramiento de las instalaciones y que incluyera un servicio de salud adecuado, y la indumentaria deportiva.
La prensa de la época los llamó «rebeldes». Tales peticiones eran una verdadera osadía para esos años. Y como el deporte era fundamental en la vida de David, junto a sus hermanos y un grupo de entusiastas decidieron tomar un nuevo camino y fundar un nuevo club. Fue el bar ‘Quitapenas’ donde el 19 de abril de 1925 le dieron vida a Colo Colo.
Nunca imaginó que el equipo que honra a uno de los caciques mapuches insignes de la Guerra de Arauco, sería un sinónimo del fútbol chileno.
Y el espíritu pionero de Arellano llevó a Colo Colo a embarcarse en una gira internacional, la primera de un club chileno en 1927. Ecuador, Cuba, México y Portugal fueron testigos de este equipo.
Luego, le tocó el turno a España. Asombro, admiración y entrega, eran los sinónimos para un equipo que era extraordinario, en especial con el juego de David, donde comenzó a popularizar en tierras europeas la ‘chilena’. A pesar que él no había inventado esa jugada, hasta ese entonces, no había otro quien podía dar espectáculo en la cancha de esa manera. Arellano se acostaba en el aire, daba la espalda al arco, y luego voleaba hacia atrás.

Y en tierras hispanas fue despertando más el interés del público por ver a este equipo jugar. Había derrotado a Deportivo Espanyol, y posterior a eso, enfrentaría a la Real Unión Deportiva en el campo anexo a la Plaza de Toros de Valladolid.

Era el 2 de mayo… Y Colo Colo sale a la cancha, con la misión de dejar el nombre del insigne Cacique bien en alto. Ya en el partido, Real Unión Deportiva vencía por 2-0 al Cacique. Luego viene la reacción chilena y se logra el empate a 2.
Colo Colo se quiere lucir, y David Arellano quiere la gloria en tierras europeas. Su hermano Francisco tira un centro, David salta a cabecear y choca en el aire con Hornia, el centrehalf del conjunto español. Una rodilla del jugador impacta en su vientre y él cae. El estadio queda en un silencio que no se puede explicar. Arellano yace en la cancha, pálido, sin saber que serían sus últimas horas de vida, que por Colo Colo daría hasta su propia existencia. La camilla que entra, la ambulancia, y el partido que continúa. 11 contra 10, pero los ojos de ese Cacique no estaban en el estadio.
Vuelven al Hotel Inglaterra donde David Arellano, ese rebelde que años antes tomó la decisión junto a sus compañeros de formar un nuevo club, agoniza. Había que esperar lo peor, solo un milagro salvaría a Arellano de la peritonitis traumática. Las horas pasan… La ciudad de Valladolid comienza a amanecer, pero en la habitación del hotel los quejidos de David se mezclan con sus ojos entrecerrados, a pesar de los calmantes.
Comienza a llover, fiel reflejo de la pena que inunda a ese club chileno que por primera vez sale al extranjero con ese grupo de rebeldes a la cabeza. Arellano busca que una operación le salve la vida. Sus hermanos buscan otro médico, pero el silencio de su respuesta es más fuerte que cualquier expresión. Lloran, no es mucho lo que se puede hacer más que el trágico final.
David implora por un sacerdote que lo confiese. Y se va. Su alma se apaga, y la lluvia es el consuelo de esa habitación.

David Arellano, fundador de Colo-Colo Football Club, su primer capitán pero por sobre todo un hombre de gran corazón, entrega, coraje y valentía, que dio todo por el club hasta el último minuto. ¿Quién lo iba a pensar?
Su trágica muerte quedó grabada a fuego en el fútbol nacional, y en todo hincha de Colo Colo.

Su cuerpo fue repatriado en el año 1929 y actualmente descansa en el Mausoleo de los Viejos Cracks del Club, en el Cementerio General de Santiago.
Como homenaje eterno a su entrega, la camiseta alba lleva permanentemente un crespón negro sobre el escudo.