CARTA A DON DAVID ARELLANO: 90 veces, gracias.

Roberto Quintana Ramírez

2015-04-19-00-54-48Por Erick Zavala

Hola Don David

En dos años le he contado como estábamos en el suelo y como nos empezamos a poner de pie, de a poco pero con paso firme. Hoy no quiero hablarle del presente del equipo, no porque no sea importante, sino porque en esta ocasión solo quiero utilizar el pequeño espacio para agradecerle.

Porque muchos analizan estos 90 años desde la base de los títulos, logros y números en balance; pero yo no soy periodista, analista ni mucho menos estadístico, Don David, yo simplemente soy un hincha que cada día tiene un tiempo para sentirse agradecido de su acto de rebeldía. Desde ese ojo quiero hablarle en esta ocasión, desde la pluma del hincha común, del hincha agradecido.

Quizás usted no alcanzo a disfrutar y magnificar lo que había construido, pero déjeme contarle que usted no construyo un equipo de fútbol solamente, usted forjo una válvula de escape para millones. Una vía de liberación para el trabajador, el estudiante, el chileno que espera toda la semana por esos 90 minutos donde todo se olvida, donde no hay problema más grande que, quizás, no estar jugando bien y no hay sufrimiento, dolor, pena, deuda o cansancio que no se olvide con un grito de gol. Porque aunque el equipo pierda y el lunes sea más amargo, el colocolino siempre va a esperar con esperanza el próximo partido, porque incluso en esos 4 años negros, de los que le contaba la primera vez, éramos optimistas y esperábamos el fin de semana para ver al equipo pararse, para ver a Colo-Colo donde siempre debe estar, donde usted lo dejo.

De los 90 años de vida de este club, Don David, yo he vivido 25, y quiero decirle que agradezco cada lagrima, risa, el sufrimiento de la quiebra, la alegría de la 30 y cada momento que he podido vivir con el indio en el pecho, porque cada uno de esos me ha hecho amar un poco más, no solo al equipo, sino el fútbol. Yo sé que cada hincha tiene algo que agradecerle, no dudo que cada uno de los millones tiene su propio momento especial que contarle y, quizás, se lo deja saber en un grito o en ese beso a la insignia al momento de comenzar un partido.

David, Don David, solo quiero pedirle, para despedirme, que nos siga alumbrando con su antorcha inmensa de gloria desde ese cielo lleno de cracks, que llenaron de laureles el camino que hoy caminamos todos juntos. Guie al colocolino para ser humilde en la derrota y cauto en la victoria. Dele fuerza a cada jugador que pise la cancha que lleva su nombre para seguir dejando en alto el nombre de este sueño de rebeldía, por la historia, por los jugadores e hinchas, padres, madres y hermanos que han partido, por la gente que sufre y por la que, aunque no tenga nada, tiene la bandera flameando orgullosa y libre.

Que no se aliente 90 minutos, que se aliente 90 años y toda una vida. Patudamente a nombre de todo el pueblo colocolino, gracias eternas.