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CUANDO COMENZO A CIMENTARSE EL SUEÑO DE LA LIBERTADORES
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El verano comenzaba a despedirse de la capital Chilena, cuando el Cacique salía a la cancha del Monumental para estrenar la condición de Local en esa edición del “torneo de clubes más antiguo del mundo”.
Luego del empate conseguido en el Fiscal de Collao, ante el sorprendente Deportes Concepción, el Popular enfrentaba al Barcelona de Guayaquil, comandado por el técnico argentino Miguel Angel Brindisi y con Marcelo Trobianni como figura de ataque. De la mano de mi padre hacía el ingreso por primera vez al Monumental, con la camiseta blanca de Colo Colo, el 7 a la espalda, porque en las pichangas de barrio solía ser Barticcioto, y una mezcla de nervios y emoción me acompañaron hasta que estuvimos sentados en el sector de Tucapel. Mi Padre era el encargado de explicarnos todos los códigos del estadio, como que cuando había una ocasión de gol había que pararse si no te perdías el gol, aunque no pudo evitar una mirada de reprobación cuando grite con fuerzas esa palabra que grita todo el estadio después que nombran a cada uno de los jugadores del equipo rival, palabra que tiene que ver con la progenitora de cada jugador. El partido fue una fiesta durante los primeros 45 minutos, en menos de 30 minutos el Cacique parecía abrochar un triunfo fácil, con goles de Ruben Espinoza, el cerebro de ese equipo, y de Barticcioto, que hizo que me sintiera más orgulloso de llevar la 7 en mi espalda. El Monumental era una caldera, 60 mil éramos los que disfrutábamos con el equipo de Mirko, los ecuatorianos no parecían un equipo temible de cara al segundo tiempo. El tercer gol de Sergio Salgado, mediante penal, era la guinda de la torta para la fiesta, sin embargo el Barcelona pareció acordarse de que venía de ser finalista de la copa la versión anterior, y comandado por Marcelo Trobianni logró el descuento y puso la incertidumbre en en el David Arellano, por que los últimos 20 minutos del juego, Colo Colo tuvo que aguantar el chaparrón de un equipo herido en el resultado y el orgullo. 
Nervios que parecieron eternos, el humo de los cigarrillos se volvía más espeso a nuestro alrededor, consecuencia lógica de estado emocional de los hinchas que mirábamos desde la tribuna como el Popular se veía obligado a refugiarse y aguantar el partido. Todos ayudábamos a Morón a levantarse sobre el resto para cortar los múltiples centros de los Guayaquileños, y mantener el resultado. Pitazo final del Peruano Tejada, el grito de desahogo de los hinchas fue espontaneo. Colo Colo lideraba su grupo y se preparaba para recibir a Deportes Concepción para reafirmarlo. Mi primera noche en el estadio, mi Padre me miraba como diciendo, este equipo está para algo grande (como diría Romay Ugarte), yo miraba la cancha, despedía a mis ídolos desde la distancia. En casa, mi Madre preocupada, nos recibía con una sonrisa en la cara, había visto el partido por televisión, un beso, un panqueque con mermelada, una taza de leche y a esperar en familia las noticias para ver la repetición de los goles. Mi padre repetía incesantemente que este año podía ser, que teníamos que ganarla, nos contaba de cuando estaba en el estadio la vez que le robaron la final al equipo del 73 y nos hablaba de tantos recuerdos siguiendo al Cacique, para mi hermano y para mí, esa historia comenzamos a escribirla esa noche, con la ilusión de unos niños viendo al equipo de sus amores, con el nervio que sentíamos al ver la cancha tan cerca, viendo a nuestros ídolos jugar con el corazón. Esa noche fue inolvidable, fue mágica, pero por sobre todo fue nuestra primera Experiencia Monumental.
















