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Últimamente he ocupado incesantemente el término «Bullismo» en mi vida. Creo que es buena hora de empezar a definirlo.
El «Bullismo» es un vocablo que viene del nombre de la barra de cierto club sin estadio que se autodenomina «El bulla«. Debe ser un término utilizado en circunstancias de competencia. Se aplica a aquellas personas que no saben cómo asimilar el triunfo o el fracaso. No buscan ser mejores para sentir propia satisfacción, sino que buscan ser mejores para simplemente mirar hacia el lado y ver que los demás son peores.
Su constante mediocridad le hace buscar consuelos en cosas sin trascendencia pero que ellos mismos intentan ridículamente de ensalzar, como los hinchas nuevos de la selección de Chile que se conformaban con «haber tenido a Brasil de rodillas» o como aquellos creadores de esta corriente dicen ser «La mejor hinchada, porque campeones hay por montones, pero hinchada hay una sola.»
Cuando logran ganar algo, aunque sea una Copa Chile, no pueden disfrutarlo si su principal rival ganó el Campeonato Nacional. No les basta con su propio triunfo, sienten la corrosiva necesidad de ver que al otro le haya ido peor. Siempre dicen que los demás son los «hinchas del triunfo», porque ellos no están acostumbrados a tenerlo ni a exigirle a su triste equipo.
Ante la derrota no comprenden que son cosas propias de la competencia, que un día te puede tocar celebrar y otra llorar. No han madurado aquella simple idea.
Debe ser terrible sufrir de bullismo.
Qué bueno que nosotros sufrimos de CAMPEONISMO.
