Por Erick Zavala
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Como en muchas ocasiones durante la historia de la humanidad, nos asustamos y corrimos en círculos vitoreando que se acercaba el fin del mundo. Como todas esas ocasiones en la historia de la humanidad, nos equivocamos.
Si bien la partida de Héctor Tapia y su cuerpo técnico fue en extrañas y melodramáticas condiciones, no pasa de ser algo que se da todos los años, en todos los países, en todos los equipos: un grupo de trabajo que no llega a acuerdo con su jefatura, por lo que las relaciones se deben terminar. Si lo viéramos así es algo normal, pero para muchos ese momento marco un quiebre emocional, refloto todo los malos momentos que empezó a vivir Colo-Colo durante largos años y que incluyó una sequía de títulos, danza de técnicos y desfile de jugadores de cuarto nivel internacional. Muchos avizoraban el apocalipsis en Macul.
No se acabó el mundo, señores. Quizás las formas no fueron las correctas, quizás tengamos más de una razón para dudar de cómo trabaja Blanco y Negro con su nuevo directorio o derechamente el rechazo a un club concesionado nos hace refutar todo lo que ellos puedan hacer por o para el club. Pero acá estamos con un nuevo técnico que sabe de hacer historia con el indio en el pecho, con tres referentes de los últimos torneos con continuidad confirmada en el club y con mucha ilusión de poder seguir en el rumbo de dar pelea en cada cosa que juguemos.
No se acabó el mundo, pero como cada vez que temimos que así sería renovamos nuestra fe en cualquier cosa que creamos. Yo creo en Colo-Colo y la fe está intacta, no se acabo el mundo con la partida de Jozic, Benítez (primera parte), ni Borghi, no se va a acabar ahora.