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2015, febrero 18. Me encontraba por circunstancias de la vida trabajando en Av. Providencia; era mi primer verano en la capital. Tras 4 años de ausencia en Copa Libertadores el cacique volvía a jugarse la chance de alcanzar a gloria de la mano de Tito Tapia, que nos tenía –con justa razón- muy ilusionados.
Como todo ámbito de la vida siempre hay una primera vez. No debe ser común para ustedes que les hable de esto, y es que yo nunca había visto a Colo Colo en el estadio jugando un partido por Copa Libertadores. Tampoco había nacido para el 91’, y mis ganas de celebrar una conquista así estaban por las nubes.
Durante el día sentí que estaba todo el mundo expectante, veía pasar gente con la camiseta del equipo y me imaginaba que estaban igual de emocionados que yo. Quizás porque también habían esperado mucho tiempo, porque sería su primera vez o simplemente porque era Colo Colo.
Salí del trabajo con directo rumbo al estadio, me puse la camiseta y en el metro ya se sentía el ambiente garra blanca. Toda la gente saltaba, cantaba, gritaba y reía. Tenía ubicación Lautaro, como de costumbre, y el ingreso fue expedito a pesar de que estaba llenísimo. Por lo menos 40mil almas llegaron a alentar.
Con un fuerte y rotundo “SALE OH” todos los hinchas alentábamos la salida del cacique a la cancha, mientras muchos movían banderas al viento y en el cielo nos acompañaba fuegos artificiales; una salida grande para un grande, pensé. Con el pitazo inicial en mi mente dije “misión cumplida”, no importa cual fuera el resultado había logrado algo que quizás muchos hinchas de regiones aún no, y por eso siempre estoy agradecida.
El primer gol llegó antes del término del segundo tiempo, y para sorpresa de muchos y risa de otros fue de Felipe Flores; un tremendo remate de media distancia que entró a la red en complicidad con el arquero. La locura se desató, le estábamos ganando a Atletico Mineiro en nuestro retorno a la deseada Copa Libertadores. El segundo gol fue una jugada que inició Delgado, quién se la da Jean y éste saca el centro para que Esteban Efraín meta de cabeza la pelota dentro del arco. Ya era un carnaval.
Creo que lo que más me emocionaba era ver a Colo Colo jugando bien, con un platel unido y que ganaba. Terminado el encuentro los fuegos artificiales acompañaron a los 40mil hinchas que cantábamos el himno y nos íbamos felices rumbo a nuestros hogares. Sin duda que fue un inicio prometedor, y al menos esa noche, no podíamos presagiar lo que sabemos que después ocurrió.
Por ahora no sabemos cuándo volveremos a jugar Copa Libertadores, ni con qué rival, ni en qué país. Pero sueño con volver a estar en el David Arellano alentando de esa forma a Colo Colo, y esperando por qué no, alcanzar la gloria y ser los mejores del continente. Experiencias monumentales como esas nunca se olvidan.
“COMO VAS A SABER LO QUE ES EL AMOR, SI NUNCA TE HICISTE HINCHA DE UN CLUB”.