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Seguimos inmersos en Copa América, a la espera de nuestro querido Colo-Colo. Cada vez queda menos, cosa que me alegra. Pero, dadas una serie de circunstancias, me he visto obligada a escribir de situaciones que mezclan mi profundo amor albo con el cariño que le tengo a la Selección.
Gonzalo Jara tiene historia en Colo-Colo. El miércoles en la noche, mientras todos sufríamos por pasar a semifinales de la Copa América, las cámaras que usualmente cubren un partido de fútbol del siglo XXI se posaron en la mano de Gonzalo Jara y en su gesto, a mi juicio poco decoroso, al trasero de Edinson Cavani. Todo el mundo lo vio. Chile ganó en la cancha, pero de lo que más se habla es del dedo de Jara.
Lo que más he escuchado hoy, como una forma de justificar el gesto, es el clásico “alguna vez que nos toque a nosotros”. La verdad es que sí. Somos un pueblo futbolero al que jamás le toca bailar con la bonita, no sólo porque no tenemos mucho talento futbolístico (comparativamente hablando), sino que porque la gran mayoría de las veces se nos interponen árbitros malvados o travesaños mañosos en el camino al triunfo. Entonces ahora nos tocaba a nosotros cagarnos a los demás. De cualquier forma. Daba lo mismo como.
Creo que lo sucedido con Jara y Cavani es común, pero no debería ser normal. El fútbol está lleno de provocaciones, palabras de grueso calibre y jugadores con poca consideración por el compañero de profesión al que le entran con todo y terminan lesionando. Nos hemos quejado diciendo que los uruguayos siempre han sido violentos y que en esta pasada hasta se la merecían. Creo que acciones como ésta nos hacen olvidar cuál es el foco: el fútbol. Y nada más. Todo el resto es accesorio, y en muchos casos, hasta innecesario.
Sigo creyendo que esos gestos de pillería malintencionada están de más. Y me quedo pensando en cuántas pichangas o canchitas de colegio hubo gestos como los de Jara hoy, y los que habrá mañana.
No debería ser normal.