- Conoce las cuotas que BETSALA trae para el partido de Colo Colo vs Palestino - 23 abril, 2023
- Colo Colo llega como favorito al clásico en la casa de apuestas Betsala: Conoce las cuotas especiales - 15 abril, 2023
- Esteban Paredes vende camisetas autografiadas de su despedida para ir en ayuda de personas en situación de calle - 1 abril, 2023
Hoy les quiero contar algo que me da muchísima rabia contar. Y lo escribo con la desesperanza que me causa saber que mis palabras no van a pasar más allá de algunas personas que las leerán. Les quiero contar algo que me sucedió el domingo 4 de octubre en el estadio San Carlos de Apoquindo.
Antes de narrar los hechos quiero hablar lejos de la rivalidad futbolística y lejos del resultado de ese día; la verdad es que lo que me tocó vivir y ver sería exactamente igual si hubiéramos ganado o perdido.
Es ya sabido por todos que ir al estadio (para cualquier hincha) se ha transformado en una especie de campaña militar. Todos debemos bancarnos tacos para entrar y salir del estadio, revisiones exhaustivas de parte de varias personas, cobros excesivos por estacionamiento y comida dentro del estadio… en fin. No resulta ser un momento agradable hasta que los equipos salen a la cancha.
Entiendo la importancia de la seguridad en los estadios hoy. Y uno asume que el ente encargado de dictaminar los parámetros de la seguridad es Estadio Seguro. Pues bien, lo que pude vivir y observar el San Carlos ese domingo comprobó fehacientemente que el parámetro no es igual para todos.
Para empezar, cada vez que voy al Monumental debo soportar que tanto una guardia de seguridad como una carabinero revisen mis ropas y mi carnet de identidad. No se me permite ingresar al estadio con una serie de cosas que pueden ser consideradas proyectiles.
Ese día en San Carlos nadie me revisó. Nadie.
Es más, creo que hice el ridículo cuando me acerqué a la guardia y me abrí de brazos para esperar pacientemente su revisión. Ella me sonrió y me permitió pasar con un amable «Adelante no más». Más allá de agradecer el gesto, pude de inmediato quedarme con la sensación de la discriminación y pensé «claro, allá sí, pero acá no».
Lo que ví ya instalada en mi asiento fue incluso peor. Los guardias del estadio mostraban demasiada amistad con algunos hinchas, varios de ellos exaltados, que en repetidas ocasiones se acercaban a la baranda para escupir al rival a vista y paciencia de todo el mundo. Los guardias sólo reían e incluso varios cantaban como si fueran hinchas instalados en la barra. Todos de adorno.
Me quedó más que claro que el tema de Estadio Seguro es y seguirá siendo una burla mientras nadie lo controle de verdad. Está claro que a muchos les conviene más no hacerse cargo, al final lucran con nuestro miedo y salen ganando. Pero quiero manifestarlo aqui, con ustedes, porque creo que callar es lo peor que podemos hacer. A pesar que siga sintiendo que a nadie le interesa.