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Decir que de aquí en adelante cada partido que Colo-Colo juegue va a ser una final pasa a ser un lugar común. Como está el campeonato, es de toda lógica afirmar que la única manera de asegurar la estrella 31 es ganarlo todo.
El partido de ayer era una de esas finales. El panorama contra O’Higgins no se veía tan simple. Sin Jaime Valdés en el mediocampo, la tarea iba a ser compleja. Transcurridos los primeros minutos del encuentro, muchos de nosotros pensamos que por fin Colo-Colo se estaba imponiendo con lo único que nos resulta relevante: fútbol. Goles de buena factura inclinaban la balanza a nuestro favor y, encima, nos aseguraban un partido de buen nivel, donde ambos elencos iban a entregar un buen espectáculo.
Sin embargo, dos expulsiones que podrían (o no) merecer discrepancias de nuestra parte condicionaron el partido de tal forma que lo que vimos en los minutos restantes fue un ir y venir sencillamente aburrido. Todo lo que esperábamos ver, un O’Higgins con ganas de dar vuelta el resultado y un Colo-Colo con ganas de rematar el partido con más goles, no pudimos verlo.
Resulta lamentable que a estas alturas del campeonato, donde varios equipos tienen opciones de campeonar, los arbitrajes pasen a ser protagonistas cuando su vocación es precisamente la contraria. Mientras más desapercibidos pasen, haciendo bien el trabajo que se les encomienda, mejor resulta ser el espectáculo futbolístico que todos queremos ver.
Muchos argumentan que la expulsión de Osorio está bien hecha, ya que Paredes quedaba en excelente posición para anotar e iba solo al frente. La expulsión de Gutiérrez resulta más discutible. El jugador patea (me cuesta apreciar la mala leche en la jugada) el balón ya fuera de juego, el que va a dar a un jugador de O’Higgins que se ganó el Oscar por adelantado cuando el balón lo golpea. El árbitro interpreta este gesto como una agresión y expulsa al joven Gutiérrez, que se retira del campo de juego desconsolado y sin lograr hacerle entender al árbitro que su intención nunca fue agredir.
Para empezar, Gutiérrez bien debería saber que NO PUEDE bajo ninguna circunstancia, ni él ni ningún jugador del plantel) exponerse ni un milímetro a las interpretaciones de un árbitro. Por como se han dado las cosas este semestre en este ámbito, la mejor salida es correr el menor riesgo posible, y a estas alturas TODOS los jugadores deben comprender eso.
Pero el rol del arbitraje sigue siendo polémico, cuando a mi juicio un árbitro no puede darse el lujo de ser protagonista. En la medida que lo hace, significa que está haciendo mal su trabajo. Los árbitros chilenos hace rato que quedan al debe en este aspecto. Sus decisiones, lo queramos o no, condicionan partidos, y lo que más queremos es ver fútbol. Ni más ni menos.
Espero que el gremio arbitral sea capaz de revisar sus actuaciones por el bien del espectáculo. Nosotros, mientras tanto, seguimos preparándonos para las finales que nos toca jugar. Quedan tres.
Contra todo y contra todos.
Foto gentileza de www.emol.com