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Me tomaré una breve pausa futbolística esta semana para que hablemos de lo sucedido durante la concentración de la Selección con Arturo Vidal.
Arturo fue enviado de vuelta a Alemania a entrenar con su equipo antes del amistoso que Chile disputaría con Paraguay el sábado. La primera explicación que se dió fue que el jugador tenía problemas personales, incluso se llegó a hablar de la salud de su hijo que padece diabetes. Hasta ahí, todo bien. Todos preocupados por Vidal y su «problema personal».
Horas después surge otra información bastante alarmante. Se dijo que Vidal había estado en un bar de la capital y que, si bien había cumplido con la hora de llegada a la concentración, no había llegado en las mejores condiciones. También se rumorea que hay tres jugadores que, aburridos de toda esta situación, estarían filtrando a la prensa la verdad. Toda esta situación habría llevado a Jorge Sampaoli a enviar a Vidal de regreso a su club.
Si Arturo llegó o no ebrio a concentrar es incomprobable. Pero él debe hacerse cargo de una vez por todas de que cada vez que se sugiera una situación similar, muchos (incluyéndome) la consideremos probable y posible. Ya lo vimos una vez. Lo escuchamos con lujo de detalle en una grabación donde, totalmente ebrio, increpó a un carabinero. A todos nos dió vergüenza ajena. Ese hecho, tremendamente público, rompió la confianza que teníamos en Arturo.
Siempre he pensado que los futbolistas deben hacer lo que precisamente los ha hecho convertirse en aquello: jugar a la pelota. Todo el resto, bien llamado «extrafutbolístico», poco me interesa en la medida que haya resultados y que no haya mentiras. Pero mi confianza rota se inclina a pensar que Arturo Vidal efectivamente llegó pasado de copas (no tapemos el sol con un dedo, le gusta el trago a Arturito) y Sampaoli le volvió a prestar ropa, igual que en la Copa América, para no exponerlo más al ojo público que espera harto más de sus ídolos. Lamentablemente, estamos viviendo una tremenda crisis en la confianza pública, y a todos se nos hace muy difícil creer y confiar. Al final, nunca supimos bien por qué Arturo regresó a Alemania. Otra vez, todo quedó bien cubierto por un manto de dudas a la espera del próximo escandalillo.
Dudo que Vidal lea esto, pero si lo hiciera, sólo le pediría una cosa: Arturo, no lo arruines.