Por Daniela Huerta Follow @danihuerta1
Hace una semana fui a la Expo F11. Como todos los años, el primer stand al que voy es al de Colo-Colo. Paso minutos parada frente a la gigantografía de David Arellano, leyendo sus palabras. El año pasado incluso tuve la suerte de que me viera el administrador del stand mientras releía una y otra vez las palabras de David y, asumiendo que era una hincha absoluta, abrió la vidriera de la copa de la 30 y me pude tomar una foto con ella.
David Arellano era un cabro al que le gustaba jugar a la pelota y que quiso hacer algo distinto. Con más valentía que certeza decidió irse del club que lo albergaba para formar otro. Varios lo siguieron. De ese gesto audaz y hasta petulante nació el club que hoy amamos.
Las palabras de David deberían ser lectura obligada para todos aquellos jugadores (ya que estamos en temporada de pases, humo y demases) que deseen militar en Colo-Colo. Llenarse del espíritu de David Arellano no sólo es sabio, sino que honra al mártir cuyo gesto de audacia puso la semilla de nuestro equipo. Su muerte virtualmente en una cancha de fútbol lo llenó de gloria eterna.
David Arellano es recordado con orgullo por todos aquellos que entonamos el himno al finalizar cada partido, ganemos o perdamos.
Queda poco para que se inicie un nuevo torneo y lleguen nuevas caras. Ojalá que, al igual que para David, llegar a Colo-Colo sea para todos los nuevos «un lazo de indestructible unión».