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Érase una vez en una selva muy poblada un día magnifico con un sol radiante que cubría de puerto a montaña todo el extenso terreno, el cual estaba listo y dispuesto para recibir el evento más importante del año.
Cada 365 días se reunían los mejores equipos de futbolito de la selva y llevaban a cabo una gran final que tenía como premio una copa dorada y brillante, lista para relucir en cualquier vitrina. Este año el team de los indios cazadores se enfrentaba al no menos poderoso equipo de los pescadores, que estaban preparados para aguarle la fiesta a cualquiera.
Muy pocos minuto
s antes de que comenzara el encuentro, comenzaron a llegar todos los monos de la selva con grandes ramas y troncos que lanzaron hacia el terreno de juego. La gente y los otros animales que divisaban el espectáculo arrancaron con mucho miedo, pues los simios violentamente arremetían contra todo lo que estuviera a su paso.
El partido por supuesto se tuvo que suspender y la copa la tuvieron que guardar para otra oportunidad. Indios y pescadores acordaron que el partido se jugaría una semana mas tarde, sin embargo para ese entonces, sus esposas no los dejaron salir a jugar. Días mas tarde, en una nueva fecha acordada, el partido se volvió a suspender porque habían miembros de los equipos enfermos. En una tercera oportunidad, tampoco se pudo llevar a cabo pues el sol y las nubes que habían no eran las adecuadas para jugar el encuentro.
Así pasaron los días, las semanas y hasta meses. Hasta el día de hoy, el partido entre indios y pescadores aún no se puede llevar a cabo y la copa –dorada y reluciente- aún esta esperando por el ganador.
