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El gran día había llegado. Todas las personas de la ciudad estaban esperando la clásica carrera de autos que hacían todos los años entre los mejores conductores. Sin embargo, la de este año sería muy especial, pues se enfrentaban dos grandes amigos.
Marcelo era un gran piloto al que toda la gente recordaba y quería mucho. En esta carrera, frente a él, se encontraba su gran amigo: el auto con el que se había convertido en el piloto exitoso que ahora era. De cariño, todos le llamaban Cacique. Era un automóvil negro con blanco, muy fuerte y deseado. Miles de personas soñaban con conducirlo. Por diferentes razones, Marcelo había tenido que dejar de pilotarlo, y para su desgracia, ahora tenía que enfrentarse a él.
La gente se agolpó en las cercanías de la pista de carrera para alentar a uno y a otro, con pompones y muchos canticos. Una linda señorita se acercó hasta el punto de partida y alzando una bandera gritó: EN SUS MARCAS, LISTOS.. FUERA!
El corazón de Marcelo latía muy rápido. Intentaba no mirar para el lado pues ahí iba también el Cacique a gran velocidad queriendo ganar la carrera. Mientras aceleraba a fondo su auto blanco con una franja celeste, en su mente recordaba todos los buenos momentos que había vivido con el Cacique: cuantas carreras ganadas, cuantas copas, cuanta risa y alegría juntos.
Casi llegando a la META, La franja y el Cacique iban empatados, había que dar el último esfuerzo antes de que todo terminara. Marcelo utilizó su hábil pierna derecha para acelerar a fondo y logró dejar atrás a su compañero, quedándose con el primer lugar de la carrera.
Todos muy contentos aplaudieron la gran jugada, sin embargo el joven piloto Marcelo no pudo celebrar, pues le había ganado a su compañero de la vida. Pensó que quizás ya no lo iban a querer más, sin embargo se ganó el respeto y admiración de muchos, pues fue muy profesional y demostró que el amor por algunos colores, no se cambia. Su corazón es, y siempre será, blanco con negro.
