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Todos los que estábamos en el estadio esa noche teníamos el palpito de que podía pasar algo grande esa noche. Las sensaciones eran buenas, Colo Colo salía a la cancha con un rendimiento espectacular de local, habiendo ganado todos sus compromisos. El rival de turno era un gigante de América, pero para escribir las páginas gloriosas, siempre se tiene que enfrentar a todo. Boca Juniors llegaba al Monumental con una exigua ventaja conseguida en La Bombonera, apenas un 1-0 sobre el Cacique y con un arbitraje dudoso. La ocasión es la semifinal vuelta de La Copa Libertadores de América.
Con 13 años cumplidos, acompañado de mi padre y hermano, nos acomodamos en el sector Lautaro del coloso de Macúl. El estadio estaba a reventar, 65 mil almas vibraban con el equipo albo que estaba tan cerca de la gloria. Los 15 millones en el resto del país seguro estaban colgados a la tele para ver el partido.
Los primeros 45 minutos fueron aburridos, Boca Juniors se refugiaba cuidando la ventaja obtenida en Buenos Aires. Los blancos comandados por Jozic, entrenador venido desde Los Balcanes para guiar a la cima al Cacique, no podían penetrar la recia defensa xeneise. El descanso encontró a un cuadro albo con la frustración de dominar el partido y no poder encontrar la llave para vulnerar la valla defendida por el mono Navarro Montoya.
La fiesta tenía que esperar, el segundo tiempo El Cacique salió con todo en busca del marcador que al menos le asegurara llevar el pleito a la tanda de penales. Sin embargo la página más dorada de la historia colocolina no podía tener un desenlace azaroso.
A los 64 minutos Marcelo Pablo Barticcioto se interna al área argentina por el costado derecho. Luego de dejar a tres jugadores boquenses atrás, mete el centro para que el gran Ruben Martinez, uno de los goleadores más importantes en la historia de Colo Colo, conecte el centro y ponga el primero.

Los jugadores oro y cielo sintieron el golpe, ya que dos minutos después, tras una rápida combinación del Coca con el mismo Espinoza, encuentra solo al Pato Yañez por la derecha nuevamente, el centro pasado parecía irse afuera, pero el rubio delantero de la 7 en la espalda conecto sin angulo para meter la pelota en el arco. Fiesta Total, El Caique iba a la final y todo el país vibraba.
La felicidad siempre llega después del sufrimiento. Es que Boca se acordó de su historia y arrinconó a los albos sobre su propia área. Así a los 75 minutos un centro de Batistuta encontró la cabeza de Diego Latorre para poner el 2-1. La mofa hacía el público con que el delantero celebró el tanto solo ayudó para convertir el Monumental en una caldera.

El partido se iba, los asistentes al estadio esa noche gritabamos hasta quedar sin voz. Un país entero sufría con el resultado que eliminaba a Colo Colo del sueño máximo, de romper con la cancioncita de «la copa se mira y no se toca» con que los trasandinos se burlaban siempre.
Pero este equipo por algo pasó a ser reconocido como uno de los mejores en la historia del fútbol chileno. a los 83′ cuando ya quedaba poco para terminar, una combinación entre el Kaiser y el Pato Yañez, encuentra a Ruben Martínez en el área para poner el tercero, tras un exquisita definición ante el achique del Mono Montoya. Los argentinos reclamaban offside, tanto que armaron un verdadero escándalo que término con jugadores detenidos y con el técnico Tabarez (si, el mismo uruguayo que pontificaba en la copa América recién pasada) agrediendo a un reportero gráfico. Pero esa es una historia para ser contada en crónicas delincuenciales. Colo Colo pasaba a la final de la Copa, dejando atrás a uno de los grandes de América, por momentos dándole un toque.
El término del partido y la fiesta desatada. Los que estábamos en el estadio no queríamos irnos, buscabamos atesorar cada momento de esa mágica noche. Aquella jornada nos hizo saber que la Copa se miraba y se tocaba.