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En el último país del mundo, al final del continente, había una vez un joven que siempre había soñado con ser un gran superhéroe. Su nombre era Felipe, y se hizo conocido por tener dibujado en su capa el número 17.
Sin embargo, para este joven el camino a la gloria no sería nada de fácil. Felipe tenía la mala suerte de que cada vez que quería ayudar a alguien, todo le salía mal y quedaba frente a las personas como un verdadero villano.
Una vez fue a un supermercado que se estaba incendiando para apagar el fuego, pero al llegar tropezó con cáscaras de plátano que habían en el suelo y se cayó. El fuego alcanzó su capa y Felipe, desesperado, corrió por todo el lugar intentando apagar el fuego que lo perseguía pero solo logró que el incendio se propagara aún más.
En otra ocasión, el joven iba caminando por la calle cuando una abuelita pedía ayuda desesperada pues su lindo gatito estaba atrapado en el árbol. Felipe pensó que era una buena oportunidad para ayudarla y quedar como el superhéroe que él sentía que era, así que fue en su ayuda. Al llegar se dio cuenta que el árbol era muy alto y él le tenía miedo a las alturas, asi que decidió cortarlo para que el gatito pudiera bajar. Sin embargo, y como ya era costumbre, todo salió mal. El árbol cayó encima de tres autos y muchas personas quedaron atrapadas. Una vez mas, el villano Felipe había atacado.
Ya cansado de las burlas y de su mala suerte, Felipe había decidido sacarse la capa y no luchar más por su objetivo. Sin embargo, un sabio hombre que había seguido todos los pasos del joven se acercó para darle un par de consejos: Nunca te rindas, porque solo con paciencia y mucho esfuerzo vas a poder lograr tus objetivos.
A los pocos días, un gran zoológico por error dejó sus puertas abiertas. Felipe estaba cerca del lugar y decidió ir a ayudar. Los animales andaban sueltos y la gente corría desesperada con mucho miedo. Entre todos los habitantes lograron capturar a la jirafa, el elefante y unas serpientes que andaban dando vueltas. Sin embargo, el León corrió muy rápido y estaba escondido en la calle Pedrero, la más popular de la ciudad. Felipe se fue lo mas rápido que pudo hacía el lugar y cuidadosamente dejó caer su capa sobre el animal que se desorientó y entonces así pudieron atraparlo.
La gente desde ese día comenzó a comentar que Felipe 
era el villano favorito de todos los niños, pues a pesar de que no todas las cosas le salían bien siempre hacía todo con la intención de ayudar. El joven entendió que la única manera de lograr sus objetivos era con paciencia, y que rendirse nunca estaba permitido.
