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El número 30, sin duda, es parte de la historia reciente de Colo-Colo. En esta columna veremos que el nexo que une al club con este número es aún más fuerte.
Y bajamos la 30…
Comencemos por lo más conocido e inmediato en la memoria del hincha. La linda historia de cómo el ”Popular” obtiene su campeonato número 30, se inicia con un retorno esperado y profético. El 15 de enero del 2014, en la fecha 3 del Campeonato de Clausura, vuelve a vestir la camiseta alba Esteban Efraín Paredes, que retornaba a un club, que no conocía de títulos desde que él partió a tierras mexicanas en el 2009; y que volvía, en un alarde de personalidad tremendo, luciendo en su camiseta el dorsal 30, aludiendo que “…este campeonato sí o sí vamos a levantar la copa”. Y temimos que fuera “mufa”, porque en este re-debut, Antofagasta lograría empatar en el último minuto, ante un Monumental repleto, que le daba la bienvenida al gigante goleador.
El temor se convirtió en miedo, cuando el 30 de marzo, Paredes sería expulsado en la primera derrota en casa en ese torneo, con la consecuencia de perderse el Superclásico con el eterno rival. Pero en ese partido, la suerte cambiaría. El “Eterno” saldría, una vez más, victorioso de los pastos del Nacional, por medio de un autogol de Roberto Cereceda, en el minuto ’30 de partido.
De ahí en más, Colo-Colo recorrería un camino sólido hacia la ansiada copa, obteniéndola el 13 de abril, frente a Wanderers, en un partido donde el solitario gol de Felipe Flores llenaría de júbilo a todo el Pueblo Albo, que alzaría sus manos para alcanzar la anunciada estrella 30. Ese gol, sería uno de los 30 que Colo-Colo marcó a través de jugadas-no-de-balón-parado. La profecía de la camiseta 30, se cumplía.
El primer Tricampeonato…
Contrario a lo que podría pensar cualquier hincha, el primer tricampeonato de Colo-Colo ocurrió cuando ni siquiera era un club profesional. En el año ’30 del siglo pasado, el “Eterno” disputaba el quinto torneo amateur luego de su fundación. Tras haber sido campeón de la Liga Metropolitana en el ’25, y de haberse suspendido el torneo del ’26, por disputarse el Campeonato Sudamericano de Selecciones, el joven “Cacique” alzaría los campeonatos ’28, ’29 y el mencionado ’30 de la Liga Central de Football.
El hecho en sí mismo de ser tricampeón es importante, pero en este año Colo-Colo ganó algo más importante aún: prestigio internacional.
Para contextualizar lo importante de este hecho, hay que decir que los equipos del lado del Atlántico; brasileños, argentinos y uruguayos; habían empezado a formar clubes de fútbol mucho antes que del lado del Pacífico, y tenían amistosos con clubes europeos constantemente, debido a la cercanía geográfica. De hecho, en el año ’24, previo a la fundación de nuestro club, medios trasandinos publicaban artículos como este: “Con un criterio obtuso, y por el bastardo interés de unos cochinos pesos, no han meditado sobre el poder del equipo que enviaban, y nos endilgaron una pobre murga que sólo ha servido para demostrar una vez más lo que siempre hemos sostenido: a los chilenos, hoy por hoy, sólo les queda el derecho de chupar chicha hasta por los codos”.[1]
Ante tan lapidario diagnóstico del fútbol que se estaba jugando en Chile, la irrupción de un club como Colo-Colo, renovó el escenario nacional, y trajo la intención de profesionalizar al futbolista. Por esto, el club dominó los últimos años del amateurismo, pues en el fondo ya habían comprendido este deporte más allá de un juego.
Es así como en el año ’30, Colo-Colo, luego de ganar su tercer campeonato consecutivo, enfrentó al poderoso equipo de Bellavista de Uruguay; país que recientemente se había convertido en el primer campeón del mundo, con algunos jugadores que ahora venían a enfrentarse con el mejor equipo de Chile. Colo-Colo vencería a Bellavista por 3-2, y un diario de la época publicaría lo siguiente: “Es tiempo de que en el Atlántico no nos sigan mirando con tanta conmiseración como antes. Es ya tiempo de que en el Río de la Plata se sepa de que ha llegado la hora de que vengan a nuestras canchas equipos preparados, buenamente preparados, porque ya pasaron los tiempos en que nuestros conjuntos entraban vencidos por el renombre de los adversarios” [1]
Por eso el número 30 es tan importante, en ese año ganamos lo que tanto queremos para nuestro club: respeto. Respeto que se ha personificado en muchos jugadores a través de los años. Algunos de ellos, también han sido marcados por la influencia del número 30. Nacidos en un día 30, podemos encontrar a tremendos jugadores como Juan Aranda (30/7/26), Héctor Tapia (30/9/77); a uno de los mejores porteros en la historia del club: Daniel Morón (30/9/57) y a quien protege los sueños de triunfo del Colo-Colo actual: Justo Villar (30/6/77)
Que en esta Copa Libertadores recuperemos el respeto que tanto nos ha costado ganar. Que los que hoy llevan el Club, lo sepan, lo entiendan; y formen un equipo para rescatarlo. Nuestros jugadores hoy, tienen ese derecho, y ese deber. ¡Vamos Cacique!
Por Juan Andrés Estay
[1] Marín y Salviat, “De David a Chamaco”