Paseo de curso.

Roberto Quintana Ramírez

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Recuerdo con nostalgia aquellos días en que, llevados por un grupo de abnegadas y pacientes madres voluntarias, partíamos con nuestro profesor jefe y todo el curso, a conocer una fábrica. Hermoso. Casi cuarenta cabros chicos de cuarto básico llegaban a Hucke para interiorizar de la producción en línea, asombrarse con la conversión del cacao, intoxicarse con el olor a colorante y soñar con recibir el Sahne Nuss gigante que daban como premio si nos portábamos bien. Un sueño. Linda época.

El domingo en Chillán, me hizo recordarlo. El equipo titular de Colo-Colo, me hizo recordarlo. El tío Justo y su curso partieron de paseo a la fábrica de longanizas. Un adulto responsable a cargo de un grupo de jovenzuelos entusiastas e impacientes por demostrar que hacen bien lo que más les gusta: jugar.

Destacaron varios, casi todos. Y si bien hay que reconocer que el rival y la circunstancia ayudaron mucho, Colo-Colo demostró lo mejor de este semestre. Lo mejor de los Coto Boys. Orejita Gonzales estuvo igual que en los videos que mandaron desde Perú para venderlo; el Kanela Carvallo, impecable; Andrés Vilches, el 1+8, letal frente al marco; Hardy, de urgencia, respondió como si hubiera jugado toda la vida junto a Baeza; Canadá Gutiérrez, mejorando y mejorando; Martintín, cada vez mejor; hasta el Flaco Delgado se acordó de jugar.

Todos, comandados por el capitán. El tío Justo Wilmar, que con jineta, se ve aun más sobrio y seguro en el arco.

Seguramente este equipo de savia nueva no dejará en la banca ni a Fierro, ni al Almirante, ni a Paredes, ni al Uccellino, ni a Chupete. Probablemente no. Pero hay uno que ayer debe haber visto el partido desde la vereda de la incertidumbre: ayer se demostró que Ñoño Vecchio es total y perfectamente sustituible. Y estoy seguro que, jugando como viene jugando, cualquier de los tres –Orejita, Kanela o Martintín– lo haría mejor que él.