Barceloneando

En mi vida hay 3 equipos que tienen mi atención. Solo 3.

Primero y por sobre todos, para siempre: El Club Social y Deportivo Colo-Colo. El equipo de mis amores, el que ha causado lágrimas, del que me sé plantilla completa, cuyo estadio he recorrido entero, cuyas estadísticas conozco, etcétera.

Segundo, Deportes Concepción. Viví una parte importante de mi vida en esa ciudad y conocí a la hinchada del ÚNICO león del futbol chileno. Trabajé en el edificio Ohiggins, donde también estaba la oficina del Mandamás de la S.A. Que maneja al Lila y fui testigo de constantes protestas y marchas de los hinchas en contra de la concesionaria. Amor por los colores como solo había visto en Colo-Colo.

Tercero. Una simpatía por el Barcelona. Si pierden un Superclásico no me quita el sueño. Y si lo ganan, tampoco es algo que me alegre el mes entero, como sí pasa con Colo-Colo.

¿Adónde quiero llegar con todo esto? No tengo idea 

Quiero llegar a que el sábado debutó ante la hinchada José Luis Sierra en un empate en que hubo mucho toque y poca profundiad.

En el juego del Coto siempre hubo mucho toque, rotación y posesión del balón. Y cuando hablamos de toque, rotación y posesión en el fútbol mundial uno automáticamente piensa en el Barcelona que instaló Cruyff en los 90’s y perfeccionó Guardiola en esta década.

La gran diferencia es que el Barcelona en los últimos metros del área rival verticaliza vertiginosamente, con un Messi, un Neymar y un Suárez que se combinan perfectamente. El Barcelona duerme el juego en todas sus líneas, excepto en delantera, en que pisan el acelerador a fondo.

Quizás en Colo-Colo nadie quiere que juguemos como Barcelona (Yo tampoco. Ese futbol no aplicaría nunca en Sudamérica), pero sí debemos darle un poco de vértigo al juego del Popular. Vértigo no es verticalidad BielsistaIslamistaMarxistaFascista. No. Hablo de rapidez, toques precisos pero rápidos. Eso nos falta. Descolocar posicionalmente al rival con toques imprevisibles. Eso echo de menos. Si vamos a ‘Barcelonear’ que usemos solo su vértigo de las últimas líneas.