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Qué lindo fue ver la fotografía que mostraba al gran Esteban Efraín posando frente a cientos de bidones de agua potable. Colo-Colo, haciendo gala que es un Club Social y Deportivo, se estremecía frente al dolor e impotencia de nuestros hermanos nortinos y ponía su pequeño grano de arena para paliar en algo la tristeza, la sed, la falta de higiene y la desesperación.
De más está aclarar que ninguno de esos bidones fue para saciar la deshidratación de Jean Beausejour. Para eso, Colo-Colo tiene un socio estratégico que hace test e hidrata de forma adecuada a los jugadores.
Bueno, hasta ese momento la cosa parecía bien. Los millones de litros de agua limpia iban camino a la Tercera Región. El problema surgió el viernes. Viernes santo, día de abstinencia, ayuno y sacrificios.
Colo-Colo quiso seguir ayudando a los compatriotas del norte. Parecía Teletón la cuestión. Uno tras otro, defensas, volantes, delanteros, hinchada, cuerpo técnico, todos volvimos a ser parte de este Chile ayuda a Chile.
Primero Vecchio, que después del gol se olvidó que era el volante de creación de Colo-Colo, quiso colaborar con su ausencia y su falta de pases precisos. Luego, la defensa colaboró con una gran distracción que terminó con el gol del empate. El negro Bose ayudó con intrascendencia, Delgado colaboró con insignificancia, Luis Pedro se puso con corridas en vano y pases para atrás, Pajarito Valdés ayudó con cansancio y Camilo Rodríguez con ánimo desordenado. Tito, cual viejo chileno con sombrero de vaquero que viene de Estados Unidos, no quiso estar ausente de esta gran obra y dejó a Claudito Baeza en la banca cuando se lesionó el Mono Pavez. Y para terminar, Claudio Maldonado, vestido con la generosidad de Farkas, se puso con un pase gol que terminó por dejarnos a cuatro puntos del puntero faltando sólo doce en juego.
Así, Copiapó sonríe. Sonríe porque el equipo más popular de Chile lo ayudó. Ayudó como se tiene que ayudar, como dijo San Alberto Hurtado, hasta que duela. Y puchas que dolió la derrota del viernes pasado.