Por Miguel Gutiérrez
Esta columna viene desde lo más profundo de mi ser colocolino, lo que mi papá me heredó desde que tengo uso de razón y de quienes me han rodeado y comparten este sentimiento.
Da tanto gusto ver a Colo Colo en el momento que está: Peleando el Clausura (a pesar de mi gusto por ver pelear a equipos de regiones o denominados ‘chicos’ a la par con nosotros) y a punto de pasar de ronda en la Libertadores. Y me detengo en este punto por que la situación que vive el Cacique nos debe llenar de orgullo: Tenemos con qué seguir peleando en América.
Reconozco que la llave ante Atlas, de la semana pasada, terminaría para mi en un empate, y así llegar al Monumental al ‘todo o nada’. Pero el triunfo me sorprendió y esas ganas de ver a Colo Colo más allá en la Libertadores crece cada vez más.
Lo de hoy no es un partido más, es EL partido. El partido para amarrar de una buena vez la clasificación, viajar a Brasil para enfrentar al Atletico mirando de lejos a quienes se quedaron en el camino, y mirar con más tranquilidad las últimas 3 semanas del Clausura: Recibir a una Universidsd Católica que debe sí o sí pasar por sobre nosotros para pelear a Cobresal, y viajar a Calama para un aproblemado Cobreloa (y vaya que está metido en líos).
Más allá de especular con una formación o quién me gustaría ver en la cancha, solo pido una cosa: Ganar. Que mi desayuno mañana al ir a la universidad sea más rico, como dicen, la marraqueta más crujiente y el té más dulce (aunque no puedo tomar té por motivos de salud). Que la mitad +1 de Chile celebre donde quiera que se encuentre, y dormir sabiendo que se hizo la tarea, que Colo Colo entregó todo en la cancha para (re)conquistar América, y que seguimos más vivos que nunca para bajar la 31.
No está muerto quien pelea señores. Hoy más que nunca, será una noche excepcional. Y vaya que de eso si sabe Colo Colo.
