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En el invierno de 1995 Colo-Colo había cerrado la primera fase como «Campeón de Invierno», siendo el líder indiscutido del torneo disputadas las primeras 15 fechas. Detrás el conjunto albo habían rematado las dos Universidades. Todo parecía encaminarse a una nueva estrella para el Popular. sin embargo, iniciando la segunda fase, el equipo comenzó a bajar su rendimiento, de tal forma que finalizando el campeonato quedaba a diez puntos del campeón, el archirrival, Universidad de Chile.
Diez también fueron los goles que los fanáticos albos celebramos una fría tarde de agosto de ese año. El malogrado rival fue Regional Atacama, elenco de la tercera región y donde nació a la vida futbolística uno de los más talentosos mediocampistas del país, Marcelo, «el Tobi» Vega. El partido en cuestión se veía de fácil trámite para los blancos, los copiapinos llegaban a la capital como uno de los cuadros que buscaban salvarse del descenso, mientras Colo-Colo buscaba recuperar la punta que había perdido un par de fechas atrás.
Como corolario para la fiesta en el Monumental se esperaba la llegada de un ilustre jugador que venía a reforzar el ataque albo. Con destacados pasos por el Servette suizo, el Saint Denis en Francia, el Necaxa de México y el tradicional Boca Juniors, Ivo Alexis Basay llegaba a finalizar su carrera en Chile, y para tal objetivo eligió vestir la camiseta del equipo más grande de Chile.
Los más de 20 mil espectadores que llegamos ese día hasta el Campeonódromo de Macul nos estábamos acomodando cuando el Hueso clavó el que sería el primero de muchos goles marcados con la camiseta del indio en el pecho. Al minuto de juego, el flaco delantero puso la primera cifra en un partido que desde antes de jugarse se veía completamente desnivelado. La fiesta siguió a cargo de uno que comenzaba a ganarse el título de ídolo de la institución: Marcelo Fabian Espina puso la segunda cifra a los 13 del primer tiempo. El Hueso ponía su segunda cifra personal y tercera del partido a los 31`y antes de que los equipos fueran al descanso, Miguel Ramirez, uno más acostumbrado a evitarlos que hacerlos, ponía el cuarto. Fiesta total en Macul.
Antes de la copa Sudamericana, se jugaba un torneo exclusivamente reservado para los campeones de América, llamado Super Copa, la que Colo-Colo por derecho propio jugaba todos los años. Esa era la única duda que había en los presentes al estadio aquella tarde noche. La inquietud decía relación con la posibilidad de que Benitez metiera el «freno de mano» para dosificar esfuerzos.

Solo nueve minutos duró la inquietud. A los 54 minutos de juego, Marcelo Espina se matriculaba de nuevo en el marcador, cosa que repetiría luego a los 68. Diez minutos antes, Fabián Estay, de penal ponía el quinto. El sexto corrió por cuenta del boliviano más querido en la historia de Chile: Marco Antonio Etcheverry, quien a los 65´, otra vez de penal, puso la séptima diana.
La fiesta era tal que incluso uno que no estaba acostumbrado a hacer muchos goles con la camiseta blanca, debido a su dilatada suplencia, cerraba el marcador. El histórico Leonel Herrera a los 89 minutos ponía la décima cifra. Diez minutos antes, otro que hizo muchos goles (dentro y fuera de la cancha), Fernando Vergara, ponía el noveno en el marcador.
Fiesta y locura total en el Monumental, Colo-Colo demostraba tener un equipazo y tomaba oxigeno para el tercer tercio del campeonato y lograr alcanzar la preciada estrella. Antes del cierre del marcador, ocurrió un hecho que vino a poner la anécdota del partido. Faltando cinco para cerrar el partido, Eduardo Gamboa (el padre) cobraba el tercer penal para el local. De inmediato un murmullo comenzó a bajar desde las graderías a la cancha. Raaaambo, Raaaaambo coreaba la gente. El arquero escuchando «la voz del pueblo» presto abandonó su portería para pedir la ejecución del lanzamiento. La orden se escuchó desde todos los rincones del estadio. «Vuelve a tu arco» le gritaba Benitez al golero, quien a regañadientes veía esfumarse la chance de participar de la fiesta. El error en la ejecución de Fabián Estay desató la furia del arquero, quien no podía creer que le hayan negado la posibilidad de gloria.
A la postre, el archirrival levantó la Copa, lo que les significó su primer bicampeonato. Colo-Colo remataría aquel torneo en la tercera ubicación, pero sin lugar a dudas el nivel de juego demostrado en el juego ante Regional Atacama, y los diez goles convertidos, convirtieron ese partido en una verdadera Experiencia Monumental.